Ventana

Desde el décimo piso, me asomo y observo la ciudad que se extiende como un océano de luces titilantes, pero mis ojos siempre encuentran la misma ventana. Esta noche cálida de verano, el viento sur acaricia mi rostro y hace que mi pelo largo se mueva suavemente. Llevo una camiseta de tirantes que me queda grande, uno de ellos descansa sobre mi hombro, pero no me molesta; mis pechos se sienten libres, sin la opresión del sujetador. En el edificio de enfrente, una luz se enciende y la veo, sentada en su escritorio, concentrada en su trabajo. Cada detalle de su silueta me trae una punzada de melancolía, un recuerdo agridulce de las noches que pasamos juntas, donde el calor de su risa y el murmullo del viento llenaban el vacío que ahora siento. La brisa lleva su esencia y, por un momento, el tiempo se detiene, dejando solo el eco de lo que alguna vez fue.

– Nahikari Urruzola Gonzalez.

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